Por Mariu Serrano
Como buen xeneize, le dolió perderse algunos partidos de Boquita, pero como todo gran artista, se debe a su hinchada, que colmó el Virasoro todos los jueves de mayo. Este ciclo funciona como un pre-estreno, dado que comenzaron una campaña de crowd founding (financiamiento colectivo) mediante la cual el público colabora con la realización del último volumen con una participación económica. Para más información, dirija su cursor al siguiente link: www.polloraffo.com , y conozca los detalles.
El puntapié inicial lo dio el Maestro, solo en el piano, ejecutando un vals tristón que da nombre al disco. Aplausos mediante, entraron a la cancha el resto de los integrantes de RAFFO: tres ex alumnos suyos, hoy colegas, dos de los cuales ya han participado de sus anteriores trabajos (“Diatónicos Anónimos/ Música de Flores, volumen II” y “Al sur del Maldonado/ Música de Flores, volumen III”). El frontman es Martín Rur, excelso vientista que “cabecea todos los centros”, imperturbable tras el bajo está Tomás Pagano (quien tuvo una epifanía en la que John Paul Jones le pidió que le quitara dos cuerdas a su instrumento) y Rodrigo Genni, percutiendo en la retaguardia, sorprende con su gesto relajado mientras despliega polirritmia.
Ejecutaron con minucia quirúrgica Filigrana, cuyas melodías tienen un aire balcánico, sobrevino Yerbal, homenaje a la mítica orilla sur de las vías del Sarmiento, y finalmente Terminal, al que el clarinete tenor de Rur le propicia un tinte tenebroso. Durante el intervalo los músicos se acercaron al público –que de todos modos estábamos bastante pegoteados, por esa maravilla que es tocar a sala llena- y el Pollo nos deleitó con su humor y sus sutiles juegos de palabras.
El segundo tiempo comenzó con el único tema del disco que no tiene un título de una sola palabra: La leyenda del grumete genovés que desertó antes de desembarcar frente a las costas de Quilmes. Unos silbidos y las manos geniales de Raffo son el alma de dicha pieza, de la cual me atrevo a decir que el Cuchi Leguizamón estaría orgulloso. Le siguió Calesita, con la apertura de un Gianni ultra concentrado, y luego Rorschach –previa disertación sobre cómo catzo se pronunciará ese apellido-, una composición que eriza la piel con su tensión a la Hitchcock. Continuó Yaguareté (“Algo así como un gato tuneado”, comenta el Maestro), en el cual nos dieron el gusto de participar en un contratiempo de palmas mientras Gianni nos deleitaba con su solo. Hacia el final, Borboleta, donde Rur nos voló la peluca a todos y fue incontenible el aplauso, aun cuando no había terminado el tema.
Aunque amagaron con que terminaba ahí, un poco de arenga bastó para que volviera a subir el cuarteto con un bis bajo la manga: La Polisémica/Tachame la doble, esa fantástica apertura del disco anterior donde el gran Pollo Raffo da cátedra de su oído fresco. Salimos con sonrisas de oreja a oreja, ansiosos de tener Brindis en nuestras manos.
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