Por Mariu Serrano
Durante todos los jueves de junio engalanaron el cálido recinto de Palermo Exequiel Mantega junto a Jonatan Szer y Sebastián Noya, Nicolás Guerschberg junto a Alejandro Manzoni, y Diego Schissi. En adición se pudo ver la muestra plástica "Señore2", realizada por Gustavo Scaramouche Fernández.
La última edición contó con dos colosos que en su "mezcla milagrosa" de lo docto y lo popular demostraron que el jazz no es un fósil que suscita la admiración de los eruditos, más bien al contrario, está vivo y hace pie en cualquier género. La elección de un repertorio latinísimo confirma esta sentencia, ya que nos deleitaron con canciones fundacionales, hijas de nuestro folclore nacional, al tiempo que avanzaron sobre composiciones contemporáneas de autores brasileños y uruguayos.
Abrieron la noche con Sanfona, del maestro Egberto Gismonti, con Di Leone soplando una flauta traversa bajo. Cómodos con motivos de sobra, porque además de ser grandes estudiosos de sus respectivos instrumentos vienen compartiendo escenarios desde hace una década, los muchachos pusieron primera y recorrieron las pistas haciéndonos disfrutar cada tramo del paseo.
El pianista hizo unos compases de Desarma y sangra para probar el instrumento, un Yamaha CP50 que dijo no conocer pero que domó al instante, y continuaron entonces con Brincando com Theo, de su amiga Léa Freire. Tras esta dulcísima composición arremetieron con la melancólica Despedida, de Mario Laguinha. Los sobreagudos delicados hacia el final prepararon el terreno para abandonar la tierra brasileña y la flauta, sucediendo entonces Mula alma del Mono Fontana, donde Di Leone hizo gala con su armónica cromática.
Cruzando el río encontraron Hurry, del mítico Hugo Fattorusso, canción que Beeuwsaert ha editado en el primer disco de Aca Seca Trío (junto a Juan Quintero y Mariano Cantero). Como en aquella versión, tomó la delantera con su estupendo dominio del falsete, mientras su compañero apoyaba en coros. De regreso al clima instrumental, rompieron el latinaje ejecutando un choro de Lyle Mays, virtuoso pianista que supo acompañar al gran Pat Metheny.
Llegado este punto, Andrés tomó su trago y bajó del escenario, mientras Juan Pablo se posicionaba en el piano para revelar que su maestría con el aire incluye también el canto. Comenzó con Pensamiento de caracol, un tema tan sencillo como bello, del uruguayo Gustavo "Príncipe" Pena, y acto seguido se mandó dos patriadas del Cuchi Leguizamón: Zamba del carnaval, que ejecutó siguiendo el arreglo de guitarra de su mentor Chango Farías (porque, por si no se dieron cuenta, los muchachos juegan en las grandes ligas) y finalmente la grandiosa Chacarera del expediente, una radiografía del abuso de poder que se extiende al menos por toda América.
Regresó entonces su compañero y tocaron Cruces, compuesto por el propio Beeuwsaert, que da nombre a un disco editado en 2013 en el cual participan el flautista, Fernando Silva (bajo y cello) y Santiago Segret (bandoneón). Lamentablemente para los argentinos que gustamos de su música, fue editado solamente en Japón, pero puede ser oído en su SoundCloud oficial.
La segunda excepción de la noche fue Arietta del noruego Edvard Grieg, ícono del romanticismo del siglo XIX, a la que refrescaron respetuosamente. Mientras Beeuwsaert arpegiaba en continuo, Di Leone con su soplido "a la Ian Anderson", emitiendo sonidos cantados y tecleados con el mismo aire, le proporcionó un sabor a nuevo desde la técnica.
Cerrando la noche estuvo Milonga gris, de Carlos "Negro" Aguirre, canción que también han grabado con el cuarteto de Beeuwsaert para el disco anteriormente mencionado. Y como casi siempre, el último tema no es más que la antesala del bis, que en este caso fue versión al pique de Esa tristeza, del charrúa Eduardo Mateo, con un maravilloso arreglo a dos voces. Salimos del concierto regocijándonos por haber presenciado tamaña demostración de oficio por parte de ambos músicos, artesanos de la vibración que tienen la capacidad de tocar el moño más complejo con una soltura de entrecasa.
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