Daniela Horovitz presentó "Entre las fieras y los lirios", su tercer trabajo discográfico, con un espectáculo lleno de ecos y evocaciones en la sala Margarita Xirgu (Chacabuco 875).
Por Mariu Serrano
Tras Y de amor no supe nada (2010) y Desmesura (2013), la cantante de La Impertinente Señorita Orquesta arribó a los estudios ION para navegar una empresa desafiante: un tejido entre poemas de autores ilustres y adaptaciones de textos narrativos en su propia prosa. La búsqueda sonora, guiada por la pianista Analía Rosenberg, arreglista y directora musical, dio como resultado un disco ecléctico, profundamente personal, que conjuga lo clásico de un cuarteto de cuerdas con lo liberal del jazz, la melancolía del tango y la sensualidad del bolero.
Es ardua la tarea de tomar un material ajeno y volverlo propio. Fina es la línea entre el llano tributo y la adaptación, entre lo inaudito y lo irreverente. Felizmente, Horovitz salió airosa gracias al compromiso que demostró, haciendo gala de sus dotes teatrales, sobre el escenario del Margarita Xirgu.
Comenzó con un verso breve, repetido tres veces a lo largo del disco, “Si amores me han de matar” de San Juan de la Cruz, para acto seguido tender un puente entre dos poderosísimas plumas: “De verdad morir yo quiero”, de la griega Safo de Lesbos, y “Deja tu comarca entre las fieras y los lirios”, de la uruguaya Marosa di Giorgio. Inconexas espacial y temporalmente, ambas versan sobre el desasosiego con una carga erótica inquietante. En esta urdimbre se trenzó Alejandra Pizarnik con “El sueño de la muerte”, una cueca-minué con kalimba, y luego “El corazón de Antígona”, inspirada en la enorme Marguerite Yourcenar, inspirada a su vez en aquella elección de desobedecer.
Un ritmo patrio resonó en "A histeria", de Leopoldo Lugones, un malambo enrarecido en el que se lució Kiki Gaggino en la percusión. Sucedió una sección flamenca, con Daniela sentada junto al guitarrista Manuel Sosa y Juan Pablo Di Leone con su flauta traversa, mientras Rosenberg batía palmas y la bailaora Erica Gigena zapateaba, desgarrando el aire con su vestido y su porte. Así, los versos de dos piezas de Federico García Lorca se conjugaron en “Si mis manos pudieran deshojar esta dulce queja”, y luego la anónima “Canción del sauce” nos trasladó al siglo XV, a aquel moro de Venecia con el que Shakespeare construyó una de sus mejores tragedias.
Apareció entonces Amadeo Coacci Horovitz, niño artista, recitándole a su hermosa “Annabel Lee” desde un palco superior. El cuarterto de cuerdas integrado por Guillermo Rubino (primer violín), Mauricio Pregot (segundo violín), Charlotte Latzarus (viola) y Emma Chacón Oribe (violoncello) cobijó las melodías que Daniela compuso para dar voz a este romance de Edgar Allan Poe. El último invitado fue el gravísimo Alfredo Piro, de cuna tanguera, para establecer otro diálogo, esta vez tomado de “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad.
TEATRO MARGARITA XIRGU
Espacio UNTREF
Chacabuco 875 (San Telmo)
http://espaciountref-xirgu.com.ar/
Teléfono: 4300-0359
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